Conversación con Cristina Rota, actriz y pedagoga en el ámbito del arte dramático, sobre el sistema que emplea en su escuela: el método Stanislavski.
- ¿Cuál es el origen del método?
Stanislavski, actor y pedagogo teatral ruso, fue el creador. Él observó la diferencia entre los actores sutiles que comprendían un texto y hacían una mejor deconstrucción de él y aquellos más sobreactuados. Averiguó que el actor más desbloqueado, que trabajaba más su dicción y su memoria corporal, se manejaba con sentimientos más precisos y podía ser dueño de sus sentimientos sin desbordarse. Por esto, comenzó a trabajar, a través de la observación, en el desbloqueo expresivo y emocional. La premisa es expresar lo que se siente de la forma en que se desea, con conciencia y voluntad.
- ¿Cuál es la clave del método?
Pensar en el otro. Ser consciente y expresar lo que se siente con conciencia y con la voluntad de expresar lo específico. Ir dominando las emociones y sentimientos, y tener capacidad de evocación. El gran pozo del actor es su capacidad de evocación, su memoria emotiva y sensorial, para traer sus propios sentimientos y expresar lo que la obra requiere. Es así como una persona mira a otra y la siente, porque existe un reconocimiento corporal, emocional, y de este modo se conectan. Esta es la base del método, conectarse y vincularse con los demás; comprender al otro.
- ¿Qué ejercicio ha de hacer el actor al enfrentarse a un papel?
Lo primero es entender la premisa de la obra, lo que nos cuenta. Luego un análisis concienzudo y comparativo del texto dado, los vínculos que propone el autor con los demás personajes, qué dicen ellos de mí, qué digo yo de ellos y las relaciones que la obra proponga. Hay que tener, por otro lado, mucha conciencia de todo el contexto histórico, porque de él parte el carácter del personaje, y así nace su comprensión. A partir de ahí, qué le puede prestar el actor de sus experiencias, de su memoria emotiva, por qué se comporta así, en qué circunstancias se comportaría igual. Hay que comprender todos sus rincones. Es una tarea sutil, y es la base del éxito.
- ¿Cualquier actor puede hacer cualquier papel?
No, no todos podemos hacer todos los personajes, porque poseemos una voz, un carácter, un cuerpo que se expresa de cierta manera. Tenemos una individualidad, una memoria emotiva, un temperamento, que es lo que nos acerca más a un personaje o a otro.
- ¿Sufre el actor en el escenario?
Solo sufrirá si no tiene conciencia corporal, de su yo, si falla en la seguridad en sí mismo. El actor sufre cuando descubre que esta es una profesión en la que hay que tener mucha conciencia, de uno mismo y del otro, y que hay que saber dominar las emociones, porque si no, uno se vuelve loco. Siempre que crecemos entramos en sucesivas crisis pero será el conocimiento de nosotros mismos el que nos libere. Lo que ocurre es que no es una tarea fácil. Es un trabajo para despegarse de sí, ver todo lo que nos rodea y ser más libres. Esto es buscar el goce en el placer, y no en el dolor, que es lo que yo enseño.
- ¿Por qué escogió este método?
Lo escogí desde muy joven por los referentes. Veía que había actores con mucha verdad y con mucha sutileza que capturaban un gesto desde la totalidad. Comencé a formarme en terapia corporal, música, psicología social, semiótica, filosofía… Desembocar en este método fue un camino natural por toda mi formación humanista.
Yo no diría que enseño sino que oriento. Este método ayuda a organizar la caótica pasión que tenemos cuando somos jóvenes, concretarlos en un acto creativo. Ser capaces de concretar, sobre todo en esta época de tanto desabastecimiento existencial.